Canarios en el mundo
Políticas del Gobierno de Canarias para la atención de nuestros emigrantes.
Durante mucho tiempo, la emigración ha sido considerada, al menos cuando se trataba de aproximaciones superficiales al tema, como un fenómeno que implicaba notables factores negativos. Es innegable que existen al menos dos elementos en el hecho migratorio que presuponen la existencia de conflicto: las razones por las cuales gran número de personas se ven forzadas a abandonar sus lugares de origen, y la intrínseca dificultad de adaptación en los sitios de acogida.
Sin embargo, el análisis riguroso de la migración, tan necesario en estos últimos tiempos, ha llevado, a los especialistas primero y a la sociedad en general después, a considerar estos desplazamientos poblacionales desde perspectivas positivas. Los emigrantes tienen un papel importantísimo en el intercambio cultural, que a su vez es uno de los motores del desarrollo humano. El proceso de tesis, antítesis y síntesis se cumple de forma casi exacta: el emigrante lleva consigo su cultura entendida en el sentido más amplio (costumbres, tradiciones, idiosincrasia…) y la enfrenta con la cultura del país en el que se instala. De este contacto surgen fusiones y transformaciones que afectan tanto a los ciudadanos del país receptor, gracias al lógico e inevitable contagio, como al lugar de origen cuando los emigrantes retornan con su nuevo bagaje.
Canarias es un país en el que la emigración tiene una especial importancia, hasta el punto de que nuestra historia y nuestra sociedad no pueden entenderse sin comprender este fenómeno. La privilegiada situación geográfica de Canarias y su papel protagonista en la colonización de América (una colonización que previamente se realizó en nuestro archipiélago), propiciaron una especialísima movilidad de su población desde que los primeros europeos, en el siglo XIV, llegaron al Archipiélago. Sin embargo, el hecho de que algunos de los pobladores aborígenes de las Islas fuesen trasladados a Europa o que Canarias fuese utilizada como punto de partida para expediciones a América, no puede considerarse propiamente emigración. Tenemos que situarnos en la primera mitad del siglo XVII, en pleno proceso de colonización española en el nuevo continente, para encontrar los primeros datos que nos permiten hablar de auténtica emigración de canarios.
Aunque existen muchos motivos para la emigración, los dos principales siempre han sido la precariedad económica en los lugares de origen y las razones políticas. Durante el siglo XVI, Canarias fue más bien una base privilegiada para el traslado al Nuevo Mundo de agricultores y comerciantes que, desde las islas, podían eludir los severos controles que ejercía el monopolio de Sevilla. Por ello, quienes parten del Archipiélago no sólo son canarios sino colonos procedentes de distintas partes de la Península. Precisamente, Juan Leal, el fundador y primer alcalde de San Antonio de Texas, era originario de este municipio, San Bartolomé.
A partir de la primera mitad del siglo XVII, la crisis económica producida por la caída de las exportaciones a Europa, y la necesidad de la Corona española de poblar determinadas zonas para impedir el asentamiento de colonos de otras nacionalidades, tiene como consecuencia inmediata el desplazamiento masivo de familias canarias a América. Santo Domingo, Cuba, Venezuela, Puerto Rico y Uruguay son, por este orden, los principales destinos de los emigrantes canarios, así como, en menor medida, Florida y Lousiana.
En el siglo XVIII, un nuevo ciclo de penuria económica en Canarias coincidió con el crecimiento en Cuba del sector tabaquero, lo que dio un nuevo impulso a la emigración desde las Islas que, en este caso, fue mayoritariamente masculina. Durante los primeros años del siglo XIX, Cuba fue el destino preferente de los emigrantes canarios debido, en parte, al conflicto bélico que asolaba Venezuela. La sustitución de la esclavitud por mano de obra asalariada, hizo que muchos isleños llegasen a Cuba contratados. Sin embargo, en 1831, el presidente venezolano Antonio Páez llamó a los canarios para poblar en exclusiva los territorios anteriormente cultivados por esclavos. Esto, junto con la guerra de independencia de Cuba y una nueva crisis, esta vez de la cochinilla, hizo que el flujo migratorio canario se desplazase a Venezuela y Uruguay.
El auge económico de Cuba tras su independencia volvió a convertir a esta isla en destino de los canarios. Sin embargo, tras el crac de 1929, Venezuela fue de nuevo el punto de referencia para nuestros emigrantes. La guerra civil española, la represión del General Franco y la penuria económica de la larga posguerra, fueron el origen de la penosa etapa de la emigración ilegal entre 1948 y 1952. La política de puertas abiertas diseñada por Venezuela hizo que durante la década de los cincuenta más de 60.000 personas se instalasen en este país. El auge económico venezolano de los años setenta gracias al petróleo desencadenó un nuevo flujo, protagonizado especialmente por mujeres que buscaban la reunificación familiar. Durante los años sesenta hubo también un importarte movimiento que tuvo como destino Europa, en especial Alemania, Holanda y Dinamarca, si bien nunca alcanzó el número de los que eligieron América.
En general, se puede afirmar que la emigración canaria ha dependido siempre tanto de las condiciones económicas y de libertad en Canarias como de esas mismas circunstancias en los distintos países de destino. Lo que es indiscutible es que, en todas las épocas y de distintos modos, la población canaria ha contribuido decisivamente al desarrollo y modernización de los países en los que se ha instalado.
Y también al desarrollo de nuestro propio Archipiélago. En el aspecto económico porque, como es bien sabido, han sido muchas las familias que, durante largos periodos, han dependido para su subsistencia, directa o indirectamente, de los que partieron a otras tierras. En el cultural, ya que un buen número de los bienes que hoy consideramos representativos de nuestras islas provienen de esa fusión a la que me refería al principio, en muchas ocasiones en un proceso de ida vuelta, sobre todo desde Canarias a América y de América a Canarias. Entre los mejores ejemplos de esto, se pueden citar nuestra arquitectura colonial y el punto cubano.
Pero, el título de esta intervención comienza con la frase “Canarios para el mundo”, porque estoy firmemente convencido de que, por encima de un fenómeno social – o por debajo, en lo más profundo- la emigración es algo realizado, padecido y logrado por personas. Los canarios, como individuos, tenemos unas determinadas características que nos definen ante los demás, y en cierta medida también ante nosotros mismos: somos tenaces, trabajadores, amables, corteses, emprendedores, con una clara disposición para la creatividad. Es el esfuerzo personal, el sacrificio, la ilusión de cada uno, lo que ha hecho que se reconozca nuestro valor grupal.
La imagen idealizada del emigrante se apoya en personajes de la entidad de Leonor Pérez Cabrera y José Martí, Francisco de Miranda, el Padre José de Anchieta, el Santo Hermano pedro de Vilaflor, José Gervasio Ortigas, la escritora Mercedes Pinto, Agustín de Bethencourt y Molina… O en D. Gregorio Fuentes, marinero de Arrecife, que inspiró a Hemingway su obra “El viejo y el Mar”. Pero también, y con mucha fuerza, en los cientos de personas que regresaron con un capital, grande o pequeño, que les permitió a ellos y a sus familias vivir con desahogo. Y en los que tuvieron éxito y no regresaron nunca pero hicieron llegar las noticias de su fortuna.
Pero frente a esta realidad, está la de los que sólo han conseguido sobrevivir. Personas que pese a su esfuerzo, no tuvieron la suerte a favor, que sólo con un gran sacrificio han logrado que sus hijos tengan acceso a una educación más completa que la que ellos tuvieron, familias que, después de muchos años de trabajo, se encuentran, en su vejez, con una muy escasa protección y atención. Porque no debemos olvidar que, del mismo modo que cuando se vieron obligados a emigrar, los países de acogida ofrecían oportunidad que no existían en Canarias, en la actualidad la situación se ha invertido, y en muchos de esos estados la coyuntura económica y social es desfavorable.
Sin embargo, hay que señalar que, a pesar d el arraigo de muchas familias en los países que residen, todos han conservado su sentimiento de procedencia, han guardado celosamente su cultura y sus tradiciones, ya sea en las mansiones más importantes de las grandes ciudades o en las humildes casas obreras o campesinas. Por ello, y una vez reconocida y apreciada esta situación, es de justicia que exista una adecuada respuesta institucional. En el Gobierno de Canarias, y concretamente en la Viceconsejería de Emigración y Cooperación, nos esforzamos por dar una respuesta adecuada a las necesidades de nuestros emigrantes. Porque entendemos que, en muchas ocasiones, seguir siendo canario cuando se está lejos de la familia y la tierra, cuando es imprescindible que integrarse en una sociedad diferente, cuando la vida afectiva y profesional se desarrollo en otro país, tiene mucho mérito conseguir que uno mismo, y sus hijos y sus nietos sigan sintiéndose canarios.
Los 66.984 emigrantes censados, proceden de las siete islas: 1.638 de El Hierro, 346 de Fuerteventura, 13.717 de Gran Canaria, 5.917 de La Gomera, 12.017 de La Palma, 1.112 de Lanzarote y 32.237 de Tenerife. En cuanto a los países de residencia, el mayor número de residentes se concentra en Venezuela (42.671) y Cuba (9.566), seguidos de Argentina (2.390), Reino Unido (2.114), Estados Unidos (1.633), Alemania (1.471) y Uruguay (628) y Brasil (620).
La atención a nuestros emigrantes por parte del Gobierno de Canarias se concreta en dos frentes principales: los aspectos sociales, asistenciales y sanitarios, y la conservación y acrecentamiento de los elementos culturales canarios.
El Gobierno de Canarias entiende que el asociacionismo de los canarios residentes en el exterior potencia la cohesión de todos los canarios, facilita las relaciones entre ellos y con Canarias y potencia la importancia de las comunidades canarias en los países de residencia. Por ello, dedica una especial atención a las Entidades Canarias en el Exterior, colaborando con ayudas específicas para la celebración de actividades culturales, los gastos de funcionamiento de las Entidades y el mantenimiento y obras de mejora de las mismas.
Respecto a la difusión de nuestra cultura, las acciones del Gobierno de Canarias se concentran, además del citado apoyo a las actividades realizadas por la Entidades Canarias en el Exterior, en todo cuanto signifique apoyo a nuestra cultura y afirmación de la canariedad: el sostenimiento de la Escuela de Etnografía y Tradiciones Canarias en el Exterior, donde se enseñan y se practican deportes autóctonos canarios, tradiciones, materias relacionadas con el patrimonio cultural canario y nuevas tecnologías que capaciten a los asistentes para una comunicación más fluida y acorde con la sociedad contemporánea; el Festival de las Tradiciones Canarias en América, una convocatoria anual que reúne a representantes del continente americano y de las Islas Canarias; y la celebración del Día de Canarias, como símbolo de la canariedad en el mundo.