El Libro
Para una persona nacida y criada en La Gomera, el Silbo Gomero es algo tan natural como las palmeras o los barrancos que tanto abundan en la isla. No es algo excepcional, sino un elemento más del territorio con el que se convive de forma cotidiana. No quiero decir con esto que el silbo se escuche diariamente ni que todos los gomeros lo practiquen pero sí que, para nosotros, no es algo sorprendente, o no lo fue, al menos, hasta que averiguamos que es casi único en el mundo.
Cuando yo nací, el Silbo Gomero ya estaba en declive. Mi adolescencia coincidió con la época en que La Gomera había padecido una gran despoblación, debida a la crisis productiva que fue la causa de la última emigración masiva a otras de las Islas Canarias, a Europa y, en mayor número, a América. La agricultura, la ganadería y la pesca, que habían constituido durante siglos las principales fuentes de la economía gomera estaban desapareciendo para dejar lugar a los servicios derivados del incipiente turismo. Las comunicaciones –tanto las terrestres y marítimas como las telefónicas– mejoraban con rapidez, y el crecimiento económico se desplazaba del norte al sur –de la misma manera que sucedía en todo el Archipiélago– con el consiguiente cambio en las formas de vida y relación social. El Silbo Gomero, cuyo uso, como veremos después, es el producto de una sociedad rural y aislada en una geografía dificultosa, ya no era una necesidad en aquellos años. No obstante, el Silbo continuaba existiendo, formaba parte de nuestra historia, nuestra cultura y, en definitiva, de toda nuestra vida.
Las razones por las que una comunidad humana considera propios unos determinados bienes culturales tradicionales son de carácter intrínseco, al menos siempre que ese sentido de pertenencia sea auténtico y arraigado. Toda tradición se fundamenta en un largo proceso: la creación de un determinado bien cultural responde generalmente a una necesidad comunitaria que en muchos casos implica la adaptación al medio, tanto al geográfico como al económico o a las variantes sociales; su continuidad depende de la permanencia de las circunstancias que dieron lugar a su aparición; y cuando la tradición ya no responde a necesidades reales, su subsistencia se produce porque la comunidad se ve identificada en él y lo considera parte sustancial de sí misma. Esta última parte del proceso es, sin duda, la más delicada, puesto que precisa de un cambio en el concepto que el propio colectivo tiene acerca del bien tradicional. Con frecuencia, en esa transformación interviene no sólo de la opinión de los usuarios sino también del descubrimiento por parte de éstos de la manera en que desde espacios ajenos se valora el objeto. En el caso del Silbo Gomero, ha habido dos miradas externas que han influido de forma decisiva y eficaz su estimación por parte de los propios gomeros: la de los expertos, científicos y artistas de todo el mundo que, desde hace mucho, se han interesado por este lenguaje, y la de los emigrantes que hicieron de su lenguaje silbado un emblema de su identidad.
Como señalé al principio, los gomeros –los que vivían en la isla y los que emigraron– no tuvimos conciencia de poseer un bien de valor universal hasta que constatamos que el Silbo Gomero no existía en otros lugares del planeta. Sin embargo, sí supimos, desde el instante en que detectamos que cada vez eran menos las personas que silbaban y que las formas de vida existentes no eran las adecuadas para su práctica, que debíamos hacer algo para conservar un elemento que era nuestro en el sentido más rico y completo de la palabra posesión. Creo que, durante algún tiempo, no supimos o no nos importó demasiado lo valioso que el Silbo Gomero fuese para el resto de la cultura mundial, sino el hecho de que algo que era parte de nosotros mismos, de nuestro pasado y de nuestra tierra, estaba en juego y queríamos mantenerlo vivo. Esto, en mi opinión, es una señal indiscutible de lo profundamente que nuestro lenguaje silbado estaba implantado en nuestra comunidad. Para ningún gomero era aceptable que el Silbo despareciera, y no tanto por su carácter de lenguaje único como por el simple hecho de que era parte intrínseca de nuestro acervo individual y colectivo.
Este libro pretende ser una breve descripción de esa última parte del proceso a la que me he referido en el párrafo anterior, la que se refiere a la conservación del Silbo Gomero en una sociedad diferente de aquella en la que surgió. En primer lugar, intentaré demostrar que la revitalización de la que ha sido objeto el lenguaje silbado de La Gomera es realmente un proceso, es decir, un conjunto de actitudes, medidas, estrategias, respuestas ante las circunstancias y reflexiones sobre las propias acciones que han tenido lugar durante un largo periodo de tiempo. No se trata de un conjunto de acciones más o menos oportunas, sino de un plan que se ha ido construyendo basándose en la práctica y en la experiencia –ya que no existía un cuerpo teórico previo que lo sustentase–, y cuya finalidad siempre ha estado bien definida. También pretendo describir, con la mayor exactitud posible, las características de este procedimiento, las razones por las que se ha tomado cada medida concreta y las consecuencias de cada una de ellas y de todas en conjunto. Por último, trataré del futuro del Silbo Gomero desde tres perspectivas: el análisis de la situación actual de este lenguaje, sus posibilidades de supervivencia en la sociedad contemporánea, y la constatación de que el proceso de conservación y revitalización continúa activo y debe ser incesante.
Considero un privilegio haber sido parte activa, durante más de una década, en la política de salvaguarda del Silbo Gomero que se ha llevado a cabo por el Gobierno de Canarias. Ha sido una tarea a la que me he consagrado desde mis inicios en la actividad política y que he realizado desde todos los cargos que he ocupado hasta hoy, en la dimensión y en los aspectos que han sido posibles desde cada uno de ellos. Esto significa que conozco de manera directa la práctica totalidad del proceso al que me he referido antes, pero implica también que mi visión es subjetiva, no sólo por mi intervención en los hechos, sino como gomero y como admirador incondicional de nuestro lenguaje silbado y de las formas de relación social y cultural que representa. En realidad, éste volumen es el relato de una experiencia personal –la de mi humilde pero incesante papel en la revalorización del Silbo Gomero–, y espero que sea entendida como tal. Pero mi experiencia en este tema abarca aspectos que pueden ser de utilidad para la conservación de otros bienes culturales inmateriales, y creo que es en ese sentido en el que esta obra puede entrañar algún interés.
Como se demostrará en las siguientes páginas, el Silbo Gomero ha pasado en muy pocos años de ser considerado una rareza etnográfica o un elemento folclórico, a formar parte del acervo lingüístico de la humanidad, a ser estudiado por científicos de gran número de países, y a representar la cultura canaria y la diversidad universal. Ello se ha logrado gracias al trabajo, anónimo y público, de muchas personas durante largo tiempo, de modo que este trabajo es también un pequeño y merecido homenaje a todos los hombres y mujeres que han amado y aman el Silbo Gomero y que se han esforzado en lograr su reconocimiento.
En lo que respecta a la descripción del Silbo Gomero, que en ningún modo es el objeto principal de este libro, me remitiré exclusivamente a los trabajos de personalidades muy cualificadas. En cambio, sí deseo formular una reflexión acerca del trabajo realizado y lo mucho que aún queda por hacer, sobre todo insistiendo en que, cuando nos referimos al cuidado de los bienes culturales inmateriales, la meta es siempre móvil, un horizonte que se desplaza cada vez que creemos haberlo alcanzado. El día en que nos conformemos con lo conseguido, habremos fracasado, puesto que cada logro implica nuevas variables que tienen sus aspectos positivos y negativos. Cada nueva circunstancia tendrá que ser analizada, y las medidas a aplicar habrán de adecuarse a la nueva realidad, corrigiendo y adaptando las ya tomadas.
En el momento en que se publica este libro, está muy próxima la decisión de la UNESCO respecto a la inclusión del Silbo Gomero en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Tras todo el trabajo realizado en este sentido, y que se describe en el capítulo correspondiente, confío plenamente en que lograremos la inclusión. Pero ni siquiera eso, a pesar de ser importante, será definitivo si se consigue. Lo más importante ya se ha hecho: impedir la desaparición del lenguaje silbado de la isla de La Gomera e internacionalizarlo como bien cultural mundial. Lo que nos resta ahora –independientemente del dictamen de la UNESCO– es mantener este estatus y consolidar el Silbo Gomero como lo que es, una valiosísima aportación de la cultura canaria a la diversidad cultural de la Tierra.
El único método que he empleado en este texto ha sido la descripción de mi experiencia personal y las conclusiones obtenidas a partir de la misma y al ponerla en relación con conocimientos y lecturas generales sobre temas relacionados. No obstante, todo cuanto aparece en estas páginas está rigurosamente fundamentado en hechos.
Deseo expresar mi agradecimiento a todas las personas que se han esforzado en colocar al Silbo Gomero en el lugar en que se encuentra hoy, a todos y cada uno de ellos, pero de manera muy especial a los que no se citarán por sus nombres en estas páginas pero que están presentes en ellas: las generaciones de gomeros que durante siglos, en toda clase de condiciones, en la propia isla y en países muy alejados de la misma, han usado su lenguaje silbado, lo han cuidado y nos lo han legado. Espero que este libro, en su modestia, contribuya a que el patrimonio que ha llegado hasta nosotros se transmita también a nuestros herederos.